TEORÍA DE LA LAVADORA SOLTERA Y JUBILADA
MARÍA, ¿CÓMO FUNCIONA LA LAVADORA?… – Me gusta imaginarme cómo se inventaron algunas cosas… Hoy le toca el turno a la lavadora… ¡Qué gran invento!
Tengo una teoría acerca de quién y cómo se inventó la lavadora.
La teoría podría formularse así: “La lavadora la inventó un tipo soltero cuando se jubiló”.
Os paso a relatar los hechos.
Vamos a suponer que el que la inventó se llamaba Ariel. Pues Ariel era joven y quería independizarse. Así lo hizo en sus tiempos mozos y descubrió, para su asombro, que la ropa sucia no iba del cesto al armario por sí sola.
Después de superar el trauma que eso le supuso, Ariel, que era un tipo echao palante, decidió que tenía que inventar algo que le facilitase la vida un poco con el tema de sus gallumbos, porque era un tipo limpio y se cambiaba todos los días…
Nuestro protagonista se tiró unos tres años yendo al río a ver cómo se lavaba la ropa, y a intentar ligar cuando se terciaba. Cuando llegaba a casa probaba sistemas de rodillos y hacía pasar la ropa a través de ellos intentando imitar los movimientos que hacían las mujeres al restregar la ropa contra las tablas de lavar.
Todas eran mujeres, no nos engañemos, porque nuestra sociedad ha sido machista siempre y menos mal que eso ha cambiado, aunque todavía nos queda mucho por andar, pero ese es otro tema y no quiero despistarme.
El caso es que Ariel se hartó de probar cachibaches sin demasiado éxito hasta que desistió y asumió que estaría toda la vida bajando al río a lavar sus interiorismos.
Pasaron los años y Ariel se hizo un experto en el manejo de la tabla y del frotado, además de disfrutar de la conversación en aquellas sesiones húmedas. Desgraciadamente para él, aunque tuvo sus escarceos amorosos entre sábanas, no encontró mujer que le aguantara para toda la vida y pasó su existencia entre el trabajo y el río, lamentándose de no haber encontrado una solución para su problema de limpieza.
Finalmente Ariel se jubiló y, como tenía mucho tiempo, se dedicó al deporte nacional de los jubilados, mirar obras… Y al igual que Arquímedes gritó ¡Eureka! en una bañera, Ariel gritó ¡Centrifugado! contemplando una obra. Y es que al observar una hormigonera dando vueltas al cemento, lo vio claro y corrió a casa todo lo rápido que le permitieron sus achaques para probar meter sus gallumbos en una hormigonera con agua y jabón.
Tras media hora de darle vueltas, sacó sus calzoncillos del tambor, los tendió y, cuando se secaron, fue a comprobar la limpieza de los mismos. Para su sorpresa olían a lavanda y estaban perfectamente limpios… El resto os lo podéis imaginar, hizo un prototipo con un motor eléctrico y pasó el resto de su vida vendiendo lavadoras por medio mundo…
Así que ya sabéis hombres del mundo, Ariel, como inventor y miembro masculino de la raza humana, puso a la lavadora menos botones que en un DVD para que los hombres no tuviéramos la excusa de no saber a la hora de lavar nuestros gallumbos…
Eso sí, no olvidéis que los colores tienen ojillos…